La medicación para la esquizofrenia o los antipsicóticos recetados en la esquizofrenia, han avanzado mucho en los últimos años. Debido a ello es común escuchar que hay dos tipos de antipsicóticos, los típicos o los antipsicóticos atípicos, también llamados de nueva generación. Esta diferenciación se debe principalmente a su composición y efectividad y cómo esta composición tiende a minimizar los denominados efectos secundarios de la medicación dentro de los antipsicóticos de nueva generación. Algunos de ellos los conocemos como la Zyprexa, el Invega, el Risperdal… Lo cierto es que el mercado farmacológico de los antipsicóticos se ha disparado en los últimos años llegando cada vez a un grado de efectividad mayor, con unos menores efectos secundarios.
El principio físico de la medicación para la esquizofrenia, se basa en intentar ajustar los niveles de neurotransmisores en el cerebro. Los neurotransmisores son biomoléculas que trasmiten la información en nuestro cerebro. Por ello se ha observado que disminuciones o aumentos de estos neurotransmisores pueden ser determinantes en nuestro estado mental.
Los antipsicóticos típicos se centran principalmente en aplacar la sintomatología positiva de la esquizofrenia (alucinaciones y delirios). Que siempre se ha asociado a las vías de transmisión dopaminérgicas. Esto quiere decir que se consideraba que el neurotransmisor responsable de la sintomatología en la esquizofrenia era únicamente la Dopamina.
Pero hace pocos años se consiguió demostrar que en la esquizofrenia actúan otros neurotransmisores más allá de la Dopamina, concretamente los últimos estudios apuntan hacia la Serotonia como otro neurotransmisor de vital importancia para la esquizofrenia. A raíz de este avance se comienzan a generar los antipsicóticos atípicos, o de nueva generación. Estos antipsicóticos interactúan tanto con la sintomatología positiva (alucinaciones y delirios) como con la negativa (tristeza apatía…). De esta forma el efecto farmacológico es de mayor rango, ayudándonos contener más síntomas.
Es muy importante en este punto especificar que la medicación para la esquizofrenia, no cura la esquizofrenia. Y con “no cura” lo que se quiere especificar es que la medicación nos ayuda a mantener una estabilidad. Actúa como un mecanismo de protección para evitar que una persona se pueda desequilibrar y esto desencadene en un nuevo episodio psicótico. Éste es uno de los mayores riesgos de la medicación antipsicótica, ya que con frecuencia la persona se encuentra estable, tranquila, con buen humor, y como se siente bien… deja la medicación. Esto es un error muy frecuente. Si estoy bien es gracias a la medicación, en el momento que deje de tomarla es posible que mi estabilidad no se mantenga. Por ello es importantísimo que la retirada de medicación la realice exclusivamente un especialista, y no la propia persona.
Por otro lado es muy importante el complementar la medicación para la esquizofrenia con la terapia. Es el psicólogo, el que puede ayudar a la persona a corregir todos esos malos hábitos que ha ido adquiriendo debido a su enfermedad, así como a reorientar su vida diaria. El objetivo final es conseguir el mayor grado de autonomía por parte de la persona, y que pueda funcionar por sí misma en el futuro. Y ésta, es la función del psicólogo en el tratamiento de la esquizofrenia. Está demostrado que la eficacia del tratamiento de la esquizofrenia a nivel farmacológico se duplica si este está acompañado de un apoyo psicológico.