En muchas ocasiones nos encontramos con personas que nos llaman la atención por sus comportamientos, o reacciones. Siendo éstos exagerados, extremadamente rígidos, inflexibles o simplemente lo que denominaríamos extravagantes. En ese instante nos surge la duda .¿Es normal ese comportamiento? ¿Ha sido puntual, o por el contrario esa persona es así? ¿Soy yo que lo veo así, o también les choca a los demás? Quizás no sea normal y tenga algún tipo de enfermedad. La respuesta a todas estas preguntas es muy compleja ya que influyen muchos factores a la hora de discernir entre lo normal y lo patológico.
Antes de continuar deberíamos profundizar un poco en el tema y explicar el concepto de personalidad a grandes rasgos. La personalidad es entendida, como el conjunto de rasgos o características, generalmente bastante estables, que describen a una persona, y que permiten en cierto modo, hacer predicciones sobre su comportamiento presente o futuro. Todos tenemos un compañero, o un amigo que ya sabemos que es poco tolerante, o que se enfada con facilidad. Por lo que podemos prever que esa broma que a otro incluso le haría gracia y se reiría contigo, a él lo único que hará es enfadarlo por el resto de la mañana. Por eso mismo constantemente realizamos predicciones sobre el comportamiento de los otros. Esto le sentará bien, o se enfadará, si le gustó esto seguramente también le gustará otra cosa parecida… Pero en ocasiones nos encontramos con cambios radicales en el comportamiento de los demás. Como la inflexibilidad a la hora de hacer algo, o la inestabilidad, hoy me gusta esto pero mañana no. Ante estos cambios nos quedamos desconcertados, y lo primero en pensar es que hicimos mal esa predicción acerca de cómo se comportaría. Pues vaya le sentó mal. Pero también podemos pensar que es la otra persona, la que se ha comportado de forma inadecuada, quizás exagerada. Por lo que nos surge la duda.
Llegado a este punto hemos de diferenciar entre una personalidad saludable y una personalidad alterada, o lo que también llamamos trastorno de personalidad.
Podemos afirmar que una persona posee una personalidad saludable, cuando el conjunto de sus rasgos o características le permiten hacer frente a la vida cotidiana de manera flexible y cuando sus hábitos del día a día le aportan satisfacción a nivel personal. En la vida, a menudo nos encontramos con dificultades, o adversidades, que hemos de ir superando. Por ello constantemente estamos adaptándonos, modificando nuestras conductas o hábitos con el fin de tener una vida mejor o más cómoda. Procuramos integrarnos en nuestro entorno. Es decir, si perdemos nuestro trabajo, lo más común es buscar uno nuevo y continuar adelante, o si nos marchamos a vivir fuera de la ciudad nos iremos adaptando al ritmo de vida de la zona. Nuestros hijos posiblemente cambiarían de colegio, acudiríamos a eventos sociales del pueblo como fiestas o celebraciones. Vaya nos familiarizaríamos con nuestra nueva residencia.
Y por el contrario, podemos hablar de un patrón patológico o desadaptativo de la personalidad, si la persona responde a sus obligaciones de manera inflexible, rígida y defectuosa, o cuando sus conductas aumentan la insatisfacción y disminuyen la oportunidad para aprender y desarrollarse adecuadamente.
Continuando con el ejemplo anterior en el cual hemos perdido el trabajo, la persona intentaría recuperar su trabajo, o demandar a la empresa de forma reiterada, siempre estando insatisfecho con el resultado, lamentarse constantemente, negarse a aceptar que ha perdido el trabajo acudiendo a éste como si nada hubiera ocurrido, o incluso tomando conductas más radicales con la empresa, o con trabajadores de ésta.
Por eso mismo los trastornos de la personalidad reflejan en alguna medida un fracaso en las capacidades para afrontar la vida, lo cual puede apreciarse a través de algunos indicadores como son: la inflexibilidad en el funcionamiento habitual o la incapacidad para probar alternativas y aprender de las experiencias modificando tu comportamiento en función de las exigencias del entorno; la tendencia a lamentarse, actitudes de fracaso o de derrota, pesimismo; y la inestabilidad o debilidad, es decir, la fragilidad en circunstancias de estrés o tensión, y la falta de recursos para afrontar los problemas.
Así los fracasos en la capacidad de adaptación al medio social y cultural son los indicadores más fiables de un posible problema. Pero no nos hemos de alarmar, porque no todo fracaso supone tener un trastorno de personalidad. Para poder diagnosticar un trastorno de personalidad deben confluir tres requisitos:
- El comienzo de dichas molestias tiene lugar en la infancia o en la adolescencia.
- Las anomalías y características alteradas son estables o persistentes en el tiempo.
- Tienen un carácter esencial o básico que permite que puedan ser apreciadas en el funcionamiento habitual del problema.
De esta manera podemos delimitar el número de personas que podríamos decir que tienen un patrón patológico o desadaptativo de la personalidad. De todas formas hemos de tener en cuenta que los individuos afectados por algún trastorno de personalidad, en la medida que poseen cierto control voluntario de sus conductas, no son considerados enfermos ni por ellos mismos, ni por los demás, y normalmente no suelen pedir ayuda profesional.
Otro aspecto a tener en cuenta es el consumo de sustancias alucinógenas o excitantes que actualmente están tan distribuidas entre la población adolescente, que podrían llevar a confusión. Puesto que los efectos de estas sustancias en muchas ocasiones son similares a los indicadores anteriormente mencionados. En estos casos es complicado poder discernir la existencia de un problema de personalidad. Y por otro lado el consumo persistente y a largo plazo de estas sustancias pueden provocar un deterioro en la conducta o los hábitos de comportamiento de forma irreversible. En estos casos sí que estaríamos hablando de patrones desadaptativos de la personalidad.
Dentro de los tipos de trastornos de personalidad o patrón patológico de la personalidad nos encontramos con tres grandes grupos:
- Cluster A. Las personalidades extrañas
- Cluster B. Las personalidades inmaduras
- Cluster C. Las personalidades temerosas
Dentro de las personalidades extrañas se incluyen a aquellas personas que se muestran socialmente aisladas, demasiado independientes, poco necesitadas de los demás, frías, inexpresivas, rígidas, peculiares en la forma de pensar, desconfiadas, suspicaces o hipersensibles
En el conjunto de personalidades inmaduras se incluyen las personas que son excesivamente cambiantes en su estado de ánimo, cuyas conductas parecen ser descontroladas, o socialmente inconvenientes.
Las personalidades temerosas configuran el conjunto de personas que son descritas como acusadamente miedosas, que reaccionan con gran emotividad ante los acontecimientos cotidianos, que poseen pocas habilidades para afrontar lo problemas por sí mismos, por lo que poseen una falta de independencia o autonomía.
De todas formas y pese a que tememos muy clasificadas a las personas y sus personalidades hay demasiadas variables que intervienen a la hora de delimitar qué es normal y qué patológico. ¿Cómo podemos determinar hasta que punto la forma de pensar de una persona es peculiar o patológica?
En el caso de enfermedades mentales severas donde se pueden observar conductas muy extravagantes como escuchar voces que los demás no perciben, ver cosas extrañas, creer que estás siendo perseguido o vigilado constantemente… nos resulta más sencillo identificar que algo no está marchando de forma correcta. Puesto que en estos casos la persona desconecta de la realidad y su razonamiento lógico se ve alterado.
Pero cómo identificarlo cuando esto no ocurre, ya que las dificultades adaptativas, el comportamiento inflexible, y las limitaciones sociales no siempre son bien reconocidos por las personas que los padecen. Y por otro lado hasta que estas dificultades no producen sentimientos subjetivos de acusado malestar tampoco lo pueden reconocer como es debido las personas del entorno.
Igualmente siempre nos hemos de fijar en el nivel de interferencia para la persona en la vida cotidiana. ¿Su malestar le impide ir a realizar la compra, salir a la calle, o relacionarse con otras personas?
Todas las personas tenemos nuestras manías y peculiaridades que no son compartidas por los demás y que quizás puedan entrar en las categorías anteriormente mencionadas. Pero si estas diferencias personales no nos causan malestar ni causan a los otros tampoco nos hemos de preocupar.
En cierta medida son estas diferencias comportamentales o de personalidad las que nos definen como personas y no hemos de tacharlas ni ocultarlas. Aunque sí que es cierto que en caso que sintamos malestar o interfiramos en los demás causándoles molestias sí que deberíamos de mirar de poner solución.
Una de las alternativas sería ver a un psicólogo especialista en trastornos de personalidad, el cual nos podría aconsejar y explicar si realmente nuestra conducta es problemática, desadaptativa, o por el contrario es completamente normal.
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