La ansiedad infantil, como cualquier tipo de ansiedad, es un mecanismo fisiológico que nos ayuda a adaptarnos ante situaciones de estrés o de peligro, movilizando todos los recursos fisiológicos y cognitivos que disponemos para ayudarnos a superar los peligros con éxito. Por tanto, en estos casos hablamos de ansiedad adaptativa puesto que es una estrategia que nos ayuda a adaptarnos al mundo.
Las estructuras cerebrales implicadas en este sistema de alarma son las amígdalas, dos estructuras muy pequeñas situadas en cada hemisferio en constante coordinación con las estructuras más primitivas que tenemos del tronco encefálico (que regulan desde el sueño – vigilia hasta la frecuencia cardíaca, la respiración, etc.) y con las estructuras más avanzadas y que nos diferencian de la gran mayoría de los animales, los lóbulos frontales (encargados de dirigir nuestra conducta y encontrar la solución o vía de escape más óptima).

¿Qué ocurre cuando este sistema de alarma sigue encendido aún cuando el peligro ha pasado? Es entonces cuando este mecanismo pasa a ser ansiedad desadaptativa, puesto que sigue activa sin ningún peligro presente, nos provoca dificultades para adaptarnos a nuestro entorno y para conseguir nuestro equilibrio interior.
Todo ello nos provoca sensaciones corporales (cefaleas, hormigueo, sensación de falta de aire, dolor abdominal, excesiva sudoración, dilatación de pupilas, taquicardia), sentimientos y pensamientos que están asociados a esta situación de “peligro /alerta” y que, habitualmente, son los encargados de mantener el problema.
Esta tríada de Pensamientos, Emociones y Sensaciones físicas son los ejes centrales de la intervención psicológica.
¿Qué explora la psicóloga infantil durante las primeras visitas?
- Conocer toda la historia evolutiva así como el temperamento (tendencia biológica para responder ante situaciones problemáticas que requieran de adaptación) del niño o adolescente.
- Conocer los cambios vitales significativos (cambios de residencia, cambios en rutinas, cambios en la dinámica o estructura familiar, defunciones, presencia de problemas relacionales en el colegio como el “bullying”, etc)
- Explorar el temperamento y personalidad de los progenitores así como conocer las dinámicas familiares.
- Explorar el tipo de apego con los progenitores y los estilos educativos de la familia.
- Explorar antecedentes familiares psicopatológicos.
- Realizar una exploración completa que permita realizar un buen diagnóstico diferencial para mostrarnos si la ansiedad presente es debida a otra psicopatología o si se presenta en combinación con sintomatología emocional de tipo depresiva (puesto que es bastante habitual que se presenten ambas).
Realizar coordinación con la escuela para conocer cómo el niño o adolescente se desenvuelve en el entorno escolar con sus iguales y los profesores.
¿Cómo se manifiesta la ansiedad infantil?
Las manifestaciones de la ansiedad infantil y juvenil pueden variar según el temperamento, el momento evolutivo y la madurez del niño/a o adolescente. Veamos los síntomas según el tramo de edad:
Primera infancia:
- Mayor inquietud
- Llanto sin motivo aparente
- Pérdida de apetito
- Dificultades con sueño (para iniciarlo o para mantenerlo, siendo común, el lloro como reclamo a los padres por su incomodidad o aparición de parasomnias como terrores nocturnos o pesadillas)
- Dificultad para despegarse de los padres (ansiedad de separación)
- Cefaleas
- Dolor abdominal (vómitos, estreñimiento, etc)
- Aumento e intensidad de miedos
Infancia y adolescencia:
- Pérdida de apetito
- Dificultades de sueño (para iniciarlo o para mantenerlo, con frecuentes despertares buscando el reclamo de los padres, si son más pequeños; terrores nocturnos o pesadillas)
- Cefaleas
- Dolor abdominal (vómitos, estreñimiento, etc)
- Aumento de tics, de rituales o obsesiones
- Verbalizaciones en torno a temas cargados de angustia
- Inhibición motriz, es decir, están como “paralizados”
- Problemas para mantener la atención o concentrarse por periodos de tiempo largos (pudiendo ello afectar a su rendimiento escolar)
En los casos más graves puede haber:
- Poco contacto con la realidad
- Sentimientos de extrañeza acerca de su propia imagen o de su entorno cotidiano
Después de haber recogido todos los datos anteriores, la especialista diseñará un programa de intervención individualizado cuyos objetivos terapéuticos contemplen tanto las necesidades del menor como de la familia, remarcando la gran importancia de su implicación.
Autora: Jessica Arjona
Psicóloga General Sanitaria especialista en neuropsicología clínica y psicología infantojuvenil